El Perú en 2da vuelta: Rompiendo una lanza por los 1825

Por Pablo Vásquez*

Este año podría estar terminando el sexto mandato consecutivo del gobierno de Fujimori & Montesinos y, tras treinta años, estar preparándose “el cambio” a favor de Keiko Fujimori (candidata única tras la trágica muerte de Kenji en un confuso accidente de tránsito), en medio de un juego electoral en pared con Alan García, el narcotráfico y los restos del APRA.

La brecha entre el Perú pobre y el Perú rico, más ancha y profunda que nunca, estaría debidamente maquillada por los medios y las cifras oficiales, alimentada por el ministerio del táper, silenciada por los tanques comandados por Santiago Martín Rivas y alabada cada domingo, desde su púlpito de RPP, por Juan Luis Cipriani, que vería en ella un designio divino destinado a salvar almas, a costa de condenar a muerte a personas de carne y hueso, un precio que todo miserable está siempre dispuesto a pagar en cuerpo ajeno.

“El Perú avanza en orden y paz” sería el eslogan de bandera que recibiría a los turistas en el aeropuerto, mientras que centenares de intelectuales, debidamente auspiciados por los ministerios de educación y cultura, escribirían en redes y editoriales las bondades del ‘modelo peruano’, ese en el que un dictador asesino y un pueblo miserable -pero digno- habrían encontrado la manera de vivir en armonía y estabilidad por los siglos de los siglos.

Afortunadamente, el 2000, gracias a una titánica gesta institucional y ciudadana, cambiamos ese destino por otro, en el que Fujimori y Montesinos se pudren lentamente en cárceles doradas y que llevó al cobarde de García a volarse los sesos por miedo a un fiscal con voz atiplada. Pero la organización criminal que crearon continúa enquistada en la clase política, parasitando cada espacio público, asfixiando cada atisbo de democracia en provecho propio, sin que les importe que eso pueda terminar destruyendo al portador que los alimenta.

El caos actual, sin embargo, incluyendo el trágico horizonte que nos presenta en el corto y mediano plazo, es preferible a ese universo paralelo en el que Fujimori y Montesinos, convertidos en patriarcas, continúan su romance en el pentagonito. Porque el Perú de ese universo alterno, sin derechos civiles ni laborales, con desapariciones y esterilizaciones forzadas, periodistas independientes acribillados a la salida de sus casas, fosas comunes multitudinarias y una prensa comprada, sería mucho menos libre de lo que somos ahora, una pesadilla sangrienta sin despertador ni fecha de caducidad.

En lugar de esa eterna calma chicha, en la que la mayoría nos reconoceríamos como “apolíticos” refugiándonos para siempre en “De vuelta al barrio” o Amazon Prime, vivimos hoy la angustia del libre albedrío democrático. Mal que bien, tenemos que elegir entre votar por uno, por otro, o en blanco o viciado, lo que nos obliga, aunque sea por unos meses, a mojarnos el dedo gordo del pie en la mierda de la política.

Informarnos, preocuparnos, indignarnos, debatir, confrontar, sopesar, analizar y rabiar en el marco de opciones cada cual más trágica. Pero eso es, compatriotas con DNI, lo que nos corresponde como ciudadanos de la era contemporánea. Estoy convencido de que esta mierda será siempre preferible a la otra porque, al menos en esta realidad, sea quien sea el que gane, tendrá fecha de expiración. Y sus desatinos (y ojalá también aciertos), quedarán -quizás por cinco minutos- en nuestra memoria histórica. Y eso amerita romper una lanza por la democracia, por más imperfecta que sea, y por la relativa libertad que la hace posible.

En el pasado, nuestros ancestros tuvieron que enfrentarse a la edad de hielo: ciento diez mil años de sobrevivencia a 8 grados centígrados, promedio. Saquemos la cuenta y la casaca, que un invierno de 1,825 días is coming. Pero ni un puto segundo más.


*Pablo Vásquez es periodista, comunicador y guionista.

By claudiacisneros

Periodista y comunicadora con estudios en sexualidad y género. www.femlatam.org

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